En esta icónica pintura, Władysław Podkowiński plantea una pregunta intrigante sobre el orgasmo y su representación artística. La imagen muestra a una joven mujer de cabello rubio emergiendo de la oscuridad y siendo "secuestrada" por un corcel negro, simbolizando la liberación de sus instintos eróticos. La obra destaca por sus intensos contrastes y la interacción aparentemente orgánica entre ambos protagonistas.
La joven representa la ausencia de control y el ser llevada por sus instintos, mientras que el corcel encarna las fuerzas opuestas que interactúan en el orgasmo, reflejando el sistema nervioso simpático y parasimpático.
Esta pintura ha perdurado en el tiempo como una de las creaciones más controvertidas y profundas del autor, desafiando las normas sociales y culturales de su época.