Esta es la obra maestra de Leighton, que realizó al final de su vida, sólo un año antes de su fallecimiento.
Una sola figura ocupa la mayor parte del cuadro. Es una bella joven, que duerme en una pose un tanto peculiar, prácticamente enroscada sobre sí misma. Lo más seguro es que se inspirara en Miguel Ángel y una de sus figuras realizadas para la tumba de Giuliano de Medici, con la alegoría de la Noche en una postura muy similar.
La vista se nos va en primer lugar a su atuendo y la luz que este desprende. Se trata de una mañana calurosa de verano, y ella va vestida adecuadamente para la ocasión, con un vestido vaporoso de color naranja, un color enérgico, vibrante, ideal para dicha estación.
En el reducido paisaje de la pintura contemplamos la línea del horizonte del mar, azul y a su vez brillante por el reflejo del sol, un cielo claro y unas montañas a lo lejos. La escena podría transcurrir tanto por la mañana como a primeras horas de la tarde, cuando el sol tiene fuerza y la muchacha, presa del calor, estaría dando una cabezada, la típica siesta, resguardada en la sombra de una terraza.