Al ver esta escultura, lo primero que llama la atención es el movimiento ondulante que tiene, característica que no era común en el arte mexica. Se trata de la figura de un mono araña en la que podemos apreciar la típica cresta que tienen estos animales en lo alto de la cabeza, así como un pico parecido al de un ave que sale de sus fauces abiertas. Está pintado de negro, como el pelaje de algunos de estos monos, con el rostro más claro y con detalles en rojo y blanco en el pico y las orejas. Lleva unas pulseras del color azul que representa la turquesa, con un remate de pequeñas plumas y pendientes de oro. Está parado sobre una serpiente de cascabel enroscada cuya cabeza va subiendo por una de sus patas. Con una mano sostiene su cola que también se transforma en una serpiente. Ambas tienen el mismo colorido que el mono y también tienen el pico que sale de sus fauces abiertas.
Este adorno bucal nos indica que se trata de un avatar del dios del viento, Ehécatl-Quetzalcóatl. Se piensa que este pico lo ayudaba a soplar con mayor fuerza y la postura misma del mono evoca sin duda el movimiento helicoidal de los remolinos de viento. Según una versión del mito de las eras o soles que precedieron a la era de los mexicas, el Segundo Sol fue destruido por fuertes vientos provocados por el dios Ehécatl. Los humanos que lograron sobrevivir a este cataclismo fueron convertidos en monos y es quizá por esta razón que se relaciona a este curioso animal con el dios del viento en esta magnífica pieza.
