Hay una mujer que comparte su casa conmigo, llevamos juntas desde siempre y cuando todos se van ella siempre se queda conmigo, me abraza y me da amor. Esta mujer, tiene un poco de magia en los pulpejos, cuando todo se me cae, ella lo puede armar de un toque, pero como toda magia, a veces no la sabe usar y me roza por accidente y se derrumba hasta mi viga más cuidada; disfraza los pulpejos con palabras y me hiere, hiere como espina venenosa. Hace días, la mujer que vive conmigo, ya no me ve, de hecho, creo que ya no ve a nadie, la dejo en el sillón y regreso horas después para beber café y continua ahí, puesta en pausa.
Esa mujer, ve televisión, hoy me dijo tres palabras, ninguna me gustó así que no le contesté. Dicen que la gente se desgasta con los años, pero a la mujer que vive conmigo me la he gastado yo, le he quitado un poco de vida, se le fue en la cocina o la lavandería y ha perdido el brillo de los ojos. He despertado muy tarde y he encontrado otra mujer, me mira con recelo y no quiere tomar café conmigo, extraño a la mujer anterior, la quería mucho, extraño que me quiera y veamos películas o malos dramas, la nueva mujer no se pone en pausa, ella es una gran pausa, desde la mañana hasta la noche, ahora vivo con una mujer con quién comparto todo, pero hemos dejado de compartir el corazón.