El rinoceronte blanco del norte es la especie animal más parecida al mítico unicornio, no por fragilidad y ternura, sino por el desafiante cuerno en su cabeza con el que se abre paso por lo páramos africanos. Claro está que las niñas, cuando sueñan a ser princesas van montando delicados unicornios y no toscos y aguerridos rinocerontes.
Luego vino la Unión Internacional para la conservación de la naturaleza a mediados de la décadas de los años 70, a decirnos que se inscribía el rinoceronte en la lista de animales en peligro de extinción. Quedaban entonces unos 700 ejemplares de esta bestia mansa, apenas unos 700 ejemplares de estos gigantescos animales que a pesar de su feroz apariencia parecían llevar en los ojos la calma de un lago en pleno invierno. Hasta hoy en día, mientras Sudán crecía, su familia disminuía. Su especie era masacrada, asesinados cobardemente a tiros y despojados con violencia de su cuerno para vender en el mercado negro por enormes cantidades de dinero, casi tan enormes como el animal despedazado.