La leyenda dice que se suicidó por un amor no correspondido, el de la bella Rosario de la Peña, quien trajo de un ala a las mentes brillantes de la cultura en México en el siglo XIX. Algunos de sus enamorados fueron Ignacio Ramírez el Nigromante, el cubano José Martí y Manuel Acuña. Ella vivía donde ahora se encuentra el Palacio de Bellas Artes, ahí, escritores tomaban chocolate o té en animadas tertulias literarias, pero solo Manuel se deprimia ante los desdenes de Rosario.
El poeta coahulense era un pobre estudiante de medicina, se hospedaba en los cuartos de esa antigua escuela, en la Plaza de Santo Domingo, habitaba el número 14, donde vivió el novelista Juan Díaz Covarrubias, a quién llamó el "poeta martir", pues encontró la muerte en la batalla de Tacubaya, fusilado por los conservadores. Acuña padecia depresiones constantes y su pasión era ligarse mujeres poetas o jovencitas lavanderas, como dos de sus amantes, y sostenía relaciones con ellas al mismo tiempo que pretendía a Rosario. A ella le atraía; sin embargo, no quiso dar su brazo a torcer. Un día ella le confesó estar embarazada y el decidió suicidarse con cianuro.